Acerca del Blog

En Mayúscula es un sitio donde se plasman las realidades no ajenas a los avatares del hombre, mostrando en unas el juego absurdo de las mentes y en otras lo inverosímil de los miedos y fantasías con un tinte surreal y obstinado llevando al lector a un mundo de posibles.


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2 de abril de 2010

La Posada de María

María llegó a la ciudad desprovista de toda esperanza con una maleta llena de rencores y una vestimenta arañada por el sufrimiento y empapada por las incontenibles lágrimas de su destino. La soledad se hacía evidente en sus ojos. Al bajar del autobús su mirada se dirigió hacia “LA ESPERANZA”, la única posada decente a la redonda y que sería para siempre su morada. El nombre le sugería algo inusitado: las casualidades obedecieron a las causalidades.

Al entrar a preguntar por una habitación, la recepcionista miraba extrañada aquélla figura un tanto maltratada por los años y por no sabe quién o qué. Al pagar el alquiler, María siguió por el pasillo hacia la habitación. Entró con una mirada fatigada por el viaje y sin ánimos de nada.

Se encontraba en La Esperanza, agotada y con una melancolía insostenible para una mujer tan linda y joven. Nada le haría cambiar de opinión sobre su decisión. Empezaba a sentir una irresistible paz que la tumbó en la cama mientras se acordaba de aquéllos tiempos en que su bienestar era perturbado cada día.

La decisión que tomó María fue la más ecuánime y acertada. Ella vivió con su esposo no más de 6 años y aparentemente la relación funcionaba sin inconvenientes. Todo relucía en el amor de los dos. El trabajaba ocho horas y llegaba entre las 4: 45 y 5: 00 p.m. cada día, menos los domingos, que era el día de descanso. María trabajaba en un súper mercado como jefe de personal. Su honradez y bondad le habían ayudado a ascender laboralmente. Empezó trabajando en el área de vendedores cuando ingresó. Inesperadamente María resultó embarazada y tuvo que dejar de trabajar temporalmente. Ahora se dedicaba a las labores del hogar.

Desde que María se encontraba en la casa por el embarazo, a su esposo le irritaban muchas cosas que antes parecían pasar inadvertidas. Ya le producía repulsión el verla en el baño limpiando su cuerpo y hasta no toleraba su inútil paciencia para preparar la comida cada que llegaba del trabajo. Y así ese hogar que parecía normal y con pocos inconvenientes resultaba ser un mar de caos cada día todos los días. El entorno de María no era el propicio para el bebé que venía en camino. Las discusiones se volvían asiduas y cada vez se tornaban más fuertes y con visos de agresión. La sumisión de María en esos instantes de su vida es un mal que a muchas mujeres acompaña en esta sociedad machista la que de manera desmedida e infortunada arrasan con la dignidad femenina dándole mal trato sea verbal, psicológica o físicamente.

Al despertar de esos amargos y crueles recuerdos, María se inundó de llantos por doquier. Pensaba en cómo estaría su bebita. Semanas antes de abortar, sabía por medio de una ecografía que era niña. El día que llegó con los síntomas de aborto al hospital, llovía torrencialmente. Parecía un mal presagio, pensaba María mientras se desangraba en el taxi de un vecino que se compadeció del mal estado en que se encontraba. Las contusiones provocadas por el esposo afectaron el embarazo haciéndola abortar instantáneamente.
Esas evocaciones le desgarraban el alma al saber que había perdido su hija. ¡A quién no!

Ahora, solitaria en la ciudad y con fuerzas para seguir su camino, mientras que el esposo se hallaba en la prisión pagando por el delito cometido, pensó en conformar una pequeña federación de mujeres maltratadas que reivindicara los valores y la dignidad hacia la mujer y que además fuera en boga de denunciar y hacer público el maltrato femenino e infantil por parte de hombres cobardes y sin escrúpulos que acechan en la sociedad.

Por otro lado, la decisión de María de poner el respectivo denuncio por homicidio, fue resueltamente exacta porque si hubiere dejado pasar ese inconveniente tan serio, la agresión podría perdurar hasta que ella no se hubiese decidido.

“Mujer, protege tu dignidad” sería el slogan de su campaña, pensaba María al alistarse para dormir en aquélla posada llena de esperanza y una ventana al jardín con aroma de empezar una nueva vida.

María durmió plácidamente meditando la idea de la Federación. En sus sueños, se imaginaba liderando una gran marcha jamás antes vista de mujeres desnudas caminando por una gran avenida en señal de protesta por los abusos cometidos a el cuerpo y a la dignidad femenina en símbolo de respeto hacia lo más preciado que hizo Dios.

Aunque podría parecerle paradójico a muchas personas, hombres y mujeres, el desfile era muy bien llevado y bien asimilado por parte de la gran plaza expectante. Al terminar la marcha, el público ofreció un ensordecedor aplauso como reconocimiento del objetivo que era la no agresión intrafamiliar.

Al despuntar la mañana, María mentalizó lo que sería su proyecto de vida de ahora en adelante. Hizo lo concerniente para empezar ese propósito que les vendría bien a muchas mujeres que padecen de los abusos y maltratos de sus esposos. A paso ligero escribía en su cuadernillo los pasos que se deberían dar para empezar esa idea.

Al reponerse María de esos abusos y de la muerte de su hija, pensó que lo mejor que ella debía hacer era ayudar a crear en las mujeres maltratadas una concepción mental de federación interna que las incitara a proteger su belleza y dignidad humana. La autoestima, pensaba, es la pieza angular del respeto y quién lo sabe mejor que la mujer. Pensó que por ahí se debería empezar y que crear ese espíritu de orgullo y amor propio radicaba en la educación que se les instruía a los niños y niñas en formación. Todo viene de la familia, afirmaba mientras caminaba a por el periódico.

Desde entonces se dedicó a buscar los recursos para hacer visitas y reuniones a todos los sitios de la ciudad en los que se encontraba con mujeres de todas las edades y estratos sociales a las que escuchaba con mucha atención y que se identificaba claramente y podía sentir y entender con claridad sus situaciones. Pensaba que hacía un buen trabajo por los demás mientras sanaba sus heridas y se liberaba de sus fantasmas del pasado. Se pensaba ahora como una nueva mujer; siempre es posible volver a nacer. Decía que aunque muchas personas piensen que existen causas perdidas, para ella cualquier caso que tenga que ver con la defensa de la dignidad de las personas y en este caso de las mujeres, nunca sería una causa perdida.

1 comentarios:

Anónimo Opinó

Poder combinar verdades profundas con palabras sencillas es todo un arte... Gracias por representar en María a todas las mujeres que luchan por vencer las cadenas de las sociedades patriarcales, a las que creen en mejorar el mundo con dignidad y esperanza. ¡Es un regalo para todas las mujeres!

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